Saturday, September 09, 2006

EL FUNDAMENTO INMUTABLE DE LA RELIGIÓN DE DIOS

"Las religiones divinas encarnan dos clases de ordenanzas.
Primero, existen aquellas que constituyen las enseñanzas esenciales o espirituales de la Palabra de Dios. Estas son la fe en Dios, la adquisición de virtudes que caracterizan la perfecta naturaleza humana, una moral loable, la obtención de dones y bondades que emanan de los esplendores divinos -en resumen: las ordenanzas concernientes al reino de la moral y de la ética. Este es el aspecto fundamental de la religión de Dios, y es de la mayor importancia porque el conocimiento de Dios es un requisito fundamental del hombre.
El hombre debe comprender la unidad de la Divinidad. Debe llegar a conocer y reconocer los preceptos de Dios y comprender con certeza que le desarrollo ético de la humanidad depende de la religión. Debe liberarse de todos los defectos y buscar imagen y semejanza de Dios. En la Santa Biblia está registrado que Dios dijo: "Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza". Es axiomático que la imagen y semejanza no está referida a la forma y semblanza de un ser humano, porque la realidad de la Divinidad no está limitada a ninguna forma o figura. No, más bien ello se aplica a los atributos y características de Dios.
Así como decimos que Dios es justo, el hombre de igual forma debe ser justo. Como Dios es amoroso y bondadoso con todos los hombres, el hombre de igual forma debe manifestar amorosa bondad con toda la humanidad. Así como dios es leal y veraz, el hombre debe demostrar los mismos atributos en el mundo humano. Así como Dios emplea la misericordia hacia todos, el hombre debe demostrar que es la manifestación de la misericordia. En un a palabra, la imagen y semejanza de Dios constituyen las virtudes de Dios, y el hombre está destinado a convertirse en el receptor de los esplendores de los atributos divinos. Este es el fundamento esencial de todas las religiones divinas, la realidad misma, común a todas. Abraham lo promulgó; Moisés lo proclamó; Cristo y todos los profetas sostuvieron este estandarte y aspecto de la religión divina.
Segundo, hay leyes y ordenanzas que son temporarias y no esenciales. Estas tienen que ver con las transacciones y relaciones humanas. Son accidentales y están sujetas a cambio de acuerdo con las exigencias de tiempo y lugar. Estas ordenanzas no son permanentes ni fundamentales.
Por ejemplo, en el tiempo de Noé era conveniente que el consumo de pescados y mariscos fuese legal; por tanto Dios ordenó a Noé consumir de toda vida animal marina. En el tiempo de Moisés esto no estaba de acuerdo con las exigencias de la existencia de Israel; por tanto, un segundo mandato fue revelado abrogando parcialmente la ley concerniente a los alimentos marinos. Durante el tiempo de Abraham -¡la paz sea con Él!- la leche de camella era un alimento considerado legal y aceptable; lo mismo que la carne de camello; pero durante el tiempo de Jacob, debido a cierta promesa que hizo, esto se volvió ilícito. Estas son leyes temporales no esenciales.En la Santa Biblia existen ciertos mandamientos que, de acuerdo a esos tiempos idos, constituyen el verdadero espíritu de la época, la luz propia de ese período. Por ejemplo, de acuerdo con la ley de la Torá, si un hombre cometía un robo de cierta cantidad, le cortaban la mano. ¿Es practicable y razonable en el presente cortar la mano de un hombre por el robo de un dólar? En la Torá hay diez ordenanzas concernientes al asesinato. ¿Pueden ellas hacerse efectivas hoy? Incuestionablemente no; los tiempos han cambiado.
De acuerdo con el texto explícito de la Biblia, si un hombre cambiaba o infringía la ley del Sabbath, o si tocaba fuego en el Sabbath, debía ser ejecutado. Hoy tal vez esta ley está abrogada. La Torá declara que si un hombre profiriera una palabra irrespetuosa a su padre, sufría la pena de muerte. ¿Es posible poner esto en vigor ahora? No; las condiciones humanas han sufrido cambios. De igual forma, durante el tiempo de Cristo ciertas ordenanzas menores acordes a ese período fueron puestas en vigor.
Ha sido demostrado concluyentemente, entonces, que el fundamento de la religión de Dios la permanente e inmutable. Es este fundamento fijo el que asegura el progreso y la estabilidad del cuerpo político y la iluminación de la humanidad. Ello siempre ha sido la causa del amor y la justicia entre los hombres, trabaja por la verdadera camaradería y unificación de toda la humanidad, porque jamás cambia y no está sujeto a reemplazo.
Las leyes accidentales, no esenciales, que regulan las transacciones del cuerpo social y los asuntos cotidianos de la vida son mutables y pueden ser anuladas.Permitidme preguntar: ¿cuál es el propósito de la posición de los profetas? ¿Por qué Dios ha enviado a los profetas? Es axiomático que los Profetas son los educadores de los hombres y los maestros de la raza humana. Vienen para conferir educación universal a la humanidad, para darle instrucción, para sacar a la raza humana del abismo de la desesperación y la desolación y permitirle al hombre alcanzar el apogeo del progreso y la gloria. La gente está en la oscuridad; los Profetas los llevan al reino de la luz. Se hallan en un estado de extrema imperfección; los Profetas les brindan perfecciones. El Propósito de la misión profética no es otro que la educación y guía de la gente. Por tanto, debemos considerar y estar alertas al hombre así calificado, es decir, cualquier alma que demuestre ser el Educador de la humanidad y el Maestro de la raza humana indudablemente es el Profeta de su época.
Por ejemplo, repasemos los acontecimientos conectados con la historia de Moisés -¡la paz sea con Él!-. Vivía en Maidán en el tiempo en que los hijos de Israel se hallaban cautivos y esclavos en la tierra de Egipto, sujetos a toda tiranía y severa opresión. Eran analfabetos e ignorantes, soportaban experiencias y ordalías crueles. Estaban en tal estado de total desamparo e impotencia que era proverbial declarar que un egipcio podía vencer a diez israelitas. En un momento como ése y bajo condiciones tan represivas, Moisés apareció y brilló con esplendor celestial. Salvó a Israel de la esclavitud del faraón y los liberó de su cautiverio. Los guió fuera de la tierra de Egipto y los condujo a la Tierra Santa. Habían estado dispersos y desalentados; Él los unificó y los disciplinó, confiriéndoles la bendición de la sabiduría y el conocimiento. Habían sido esclavos; Él los hizo príncipes. Eran ignorantes; Él los hizo sabios. Eran imperfectos; Él los capacitó para alcanzar la perfección. En una palabra, los sacó de su condición de desamparo y los llevó a la eficiencia en el plano de la confianza y el valor. Fueron renombrados en el mundo antiguo hasta que finalmente en el cenit y esplendor de su nueva civilización alcanzó la gloria de la soberanía de Salomón. Mediante la guía e instrucción de Moisés, los esclavos y cautivos se convirtieron en un pueblo dominante entre las naciones. No sólo fueron renombrados por sus superioridad física y militar, sino que en todos los grados de las artes, las letra y el refinamiento su fama se difundió.
Incluso los célebres filósofos de Grecia viajaban a Jerusalén para estudiar con los sabios israelitas y muchas fueron las lecciones de filosofía y sabiduría que recibieron. Entre estos filósofos se encontraba el famoso Sócrates. Visitó la Tierra Santa y estudió con los profetas de Israel, adquiriendo los principios de su enseñanza filosófica y el conocimiento de sus adelantadas artes y ciencias. Después de su regreso a Grecia, fundó el sistema conocido como la unidad de Dios. El pueblo griego se levantó en su contra y al final fue envenenado en presencia del rey. Hipócrates y muchos otros filósofos griegos se sentaron a los pies de los eruditos doctores israelitas y absorbieron sus exposiciones de sabiduría y verdad interna.
Visto que Moisés mediante la influencia de su gran misión contribuyo a la liberación de los israelitas de su profundo estado de degradación y humillación, estableciéndolos en una posición de prestigio y glorificación, disciplinándolos y educándolos, es necesario que nosotros lleguemos a un juicio imparcial y justo referente a tan maravilloso maestro. Pues en esta gran empresa estuvo solo y sin ayuda. ¿Podría Él haber hecho tal cambio y producir tal condición entre esta gente sin la aprobación y ayuda de un poder celestial? ¿Podría Él haber transformado un pueblo desde la humillación a la gloria sin apoyo santo y divino? Nada fuera de un poder divino podría haber logrado esto. Ahí yace la prueba de la posición profética porque la misión de un profeta es la educación de la raza humana tal como la realizó este personaje, demostrando que Él era un poderoso profeta entre los profetas y su libro el propio Libro de Dios. Esta es una prueba racional, directa y perfecta.

En resumen, Moisés -¡que la paz sea con Él!- fundo la ley de Dios, purificó la moral del pueblo de Israel y le dio un ímpetu hacia logros más elevados y nobles. Pero después de la partida de Moisés y siguiendo la declinación de la gloria de la época de Salomón, durante el reino de Jeroboam, hubo un gran cambio en esta nación . Las normas elevadas de ética y las perfecciones espirituales dejaron de existir. Las condiciones y la moral se corrompieron, la religión fue degradada, y los principios perfectos de la ley mosaica fueron oscurecidos por la superstición y el politeísmo. La guerra y la lucha surgió entre las tribus y su unidad fue destruida. Los seguidores de Jeroboam se declararon con derechos válidos para la sucesión real, y los partidarios de Roboam hicieron el mismo reclamo. Finalmente las tribus fueron despedazadas por la hostilidad y el odio, la gloria de Israel se eclipsó, y tan completa fue la degradación que en la ciudad de Tiro se erigió el becerro de oro como objeto de adoración. Por consiguiente Dios envió a Elías, el profeta, quien redimió al pueblo, renovó la ley de Dios y estableció una era de nueva vida para Israel.
La historia muestra otro cambio y transformación ulterior cuando la unidad y solidaridad fueron seguidas por otra dispersión de las tribus. Nabucodonsor, rey de Babilonia, invadió la Tierra Santa y llevó cautivos a Caldea a setenta mil israelitas, donde grandes reveses, pruebas y sufrimientos afligieron a este pueblo desafortunado. Luego los profetas de Dios nuevamente reformaron y establecieron la ley de Dios, y el pueblo en su humillación nuevamente la siguió. De esto resultó su liberación, y bajo el edicto de Ciro, e rey de Persia, hubo un regreso a la Ciudad Santa. Jerusalén y el templo de Salomón fueron reconstruidos y fue restaurada la gloria de Israel. Esto duró sólo poco tiempo; la moral de la gente declinó y las condiciones alcanzaron un grado extremos hasta que el general romano Tito tomó Jerusalén y la arrasó hasta sus cimientos. El saque y la conquista completaron la desolación; Palestina se convirtió en un termo desierto, y los judíos huyeron de la Tierra Santa de sus ancestros. La causa de esta desintegración y dispersión fue el alejamiento de Israel del fundamento de la ley de Dios revelada por Moisés, es decir, la adquisición de virtudes divinas, moral, amor, el desarrollo de artes y ciencias y el espíritu de unidad de la humanidad. Ahora deseo que examinéis ciertos hechos y declaraciones que son dignas de consideración.
Mi propósito e intención es el de eliminar de los corazones de los hombres la enemistad religiosa y el odio que los han encadenado y llevar armonía y unidad a todas las religiones.Por cuanto este odio y enemistad, este fanatismo e intolerancia son los resultados de falsos conceptos, la realidad de la unidad religiosa aparecerá cuando estos falsos conceptos se disipen. Pues el fundamento de las religiones divinas es uno. Esta es la unidad de la revelación o enseñanza. Pero ¡ay! nos hemos apartado de este fundamento, aferrándonos tenazmente a diversas formas dogmáticas y ciegas imitaciones de creencias ancestrales. Esta es la verdadera causa de la enemistad, el odio y el derramamiento de sangre en el mundo, la razón del alejamiento y la separación entre los hombres. Por eso, deseo que seáis muy justos e imparciales en vuestro juicio de las siguientes declaraciones.
Durante el tiempo en que el pueblo de Israel era sacudido y afligido por las condiciones que ya he nombrado, Jesucristo apareció entre ellos. Jesús de Nazaret era judía. Estaba solo y sin ayuda, solitario y único. No tenía ayudante. Enseguida los judío lo declararon enemigo de Moisés. Dijeron que era un destructor de las leyes y ordenanzas de Moisés. Examinemos los hechos como son, investiguemos la verdad y realidad para llegar a una opinión y conclusión verdaderas. Para una opinión completamente imparcial sobre esta cuestión debemos dejar de lado todos los prejuicios que tenemos e investigar independientemente.
Este personaje, Jesucristo, declaró que Moisés había sido el profeta de Dios y dijo que todos los profetas de Israel habían sido enviados por Dios. Proclamó que la Torá era el propio Libro de Dios, convocó a todos a ajustarse a sus preceptos y seguir sus enseñanzas. Es un hecho histórico que durante un período de mil quinientos años los reyes de Israel fueron incapaces de promulgar ampliamente la religión del judaísmo. En efecto, durante ese período el nombre y la historia de Moisés estuvieron confinados dentro de las fronteras de Palestina y la Torá era un libro conocido sólo en ese país. Pero mediante Cristo, a través de la bendición del Nuevo Testamento de Jesucristo, el Antiguo Testamento, la Torá, fue traducido a seiscientos idiomas diferentes y se difundió en todo el mundo. Fue a través de la cristiandad que la Torá llego a Persia. Antes en ese país no existía conocimiento de tal libro, pero Cristo hizo que se difundiera y aceptara.
Por su intermedio el nombre de Cristo hizo que se difundiera y aceptara. Por su intermedio el nombre de Moisés fue exaltado y reverenciado. Por su medio los nombres y la grandeza de los profetas israelitas, y se demostró al mundo que los israelitas constituían el pueblo de Dios. ¿Cuál de los reyes de Israel podría haber logrados esto? Si no hubiera sido por Jesucristo, ¿habría llegado la Biblia, la Torá, a esta tierra de América? ¿Se hubiese difundido por el mundo el nombre de Moisés? Referíos a la historia. Todos saben que cuando la cristiandad se difundió, hubo una difusión simultánea del conocimiento del judaísmo y la Torá. A lo largo y ancho de Persia no existía un solo volumen del Antiguo Testamento, hasta que la religión de Jesucristo hizo que apareciera por todas partes, de modo que hoy la Santa Biblia es un libro familiar en ese país.
Es evidente, entonces, que Cristo era un amigo de Moisés, que lo amaba y creía en Él ; de otro modo, no hubiese conmemorado su nombre y su posición profética. Esto es axiomático. Por tanto, cristianos y judíos deberían tener el mayor amor los uno por los otros porque los fundadores de estas dos grandes religiones han estado en perfecta armonía en el Libro y en la enseñanza. Sus seguidores deberían hacer lo mismo.
Ya hemos expuesto las pruebas válidas de la posición profética. Encontraremos que las mismas evidencias de la validez de Moisés se vinieron y duplicaron en Cristo. Cristo fue también un personaje singular y único nacido del linaje de Israel. Mediante el poder de su palabra fue capaz de unir a los pueblos de las naciones griega, romana, caldea, egipcia y asiria. Eran crueles, sedientas de sangre, hostiles, se mataban , se saqueaban y se tomaban cautivas unas a otras, Él las amalgamó con un vínculo perfecto de unidad y amor. Hizo que armonizaran y se reconciliaran.
Efectos tan poderosos fueron el resultado de la manifestación de una sola alma. Esto demuestra concluyentemente que Cristo fue asistido por Dios. Hoy todos los cristianos admiten y creen que Moisés fue un Profeta de Dios. Declaran que su libro fue el Libro de Dios, que los profetas de Israel fueron verdaderos y válidos y que la gente de Israel constituía el pueblo de Dios. ¿Qué mal ha provenido de ello? ¿Qué mal podría provenir de una declaración por parte de los judíos de que Jesús también era la manifestación de la Palabra de Dios?¿Han sufrido los cristianos por su creencia en Moisés? ¿Han experimentado ellos alguna pérdida del entusiasmo religioso o han atestiguado alguna frustración de su creencia religiosa por declara que Moisés fue un profeta de Dios, que la Torá era un Libro de Dios y que todos lo profetas de Israel fueron profetas de Dios? Es evidente que de ello no provino ninguna pérdida. Y ahora es el momento para que los judíos declaren que Cristo fue la Palabra de Dios, y así esta enemistad entre dos grandes religiones desaparecerá.
Esta enemistad y prejuicio religioso ha continuado por dos mil años. Se ha derramado sangre y se han sufrido ordalías. Estas pocas palabras remediarán la dificultad y unirán dos grandes religiones. ¿Qué mal puede resultar de lo siguiente: que así como los cristianos glorifican y alaban el nombre de Moisés, de igual modo los judíos conmemoraran el nombre de Cristo, declarando que Él es la Palabra de Dios y considerándolo uno de los Mensajeros elegidos de Dios?
Algunas palabras referentes al Qur'án y a los musulmanes: cuando apareció Muhammad, hablo de Moisés como del gran Hombre de Dios. En el Qur'án, Él se refiere a las palabras de Moisés en siete lugares diferentes, proclama que Él es un Profeta y el poseedor de un Libro, el Fundador de la ley y el espíritu de Dos. Dijo: "Quienquiera que crea en Él es aceptable en la estima de Dios, y quienquiera que se aparte de Él o de cualquiera de los profetas es rechazado por Dios". Por último, incluso se dirigió a sus parientes diciendo "Por qué os habéis apartado y no habéis creído en Moisés? ¿Por qué no habéis admitido la Torá? ¿Por qué no habéis creído en los profetas judíos?". En cierto súrih del Qur'án, Él menciona los nombres de veintiocho profetas de Israel, alabándolos a todos y a cada uno de ellos. Hasta el extremo ha ratificado y conmemorado a los profetas y a la religión de Israel.
El propósito es que Muhammad alabó y glorificó a Moisés y confirmó el judaísmo. Declaró que quien niegue a Moisés está contaminado, e incluso si se arrepintiera, su arrepentimiento no sería aceptado. Llamó infieles e impuros a sus propios parientes porque habían negado a los profetas. Él dijo: "Porque no habéis creído en Cristo, porque no habéis creído en Moisés, porque no habéis creído en los Evangelios, sois infieles y estáis contaminados".
De esta forma Muhammad ha alabado la Torá, a Moisés, a Cristo, y a los profetas del pasado. Apareció entre los árabes que eran un pueblo nómada y analfabeto, bárbaro por naturaleza y sediento de sangre. Los guió e instruyó hasta que alcanzaron un alto grado de desarrollo. Mediante su educación y disciplina, ascendieron desde los más bajos niveles de la ignorancia a las cimas del conocimiento, convirtiéndose en maestros de erudición y filosofía. Vemos, por tanto, que las pruebas aplicables a un profeta también son aplicables a otro.
En conclusión, ya que los profetas mismos, los fundadores, han amado, alabado y dado testimonio unos de otros, ¿por qué debemos nosotros estar en desacuerdo y separarnos? Dios es uno. Es el pastor de todos. Nosotros somos sus ovejas, y por tanto deberíamos vivir juntos en amor y unidad.Deberíamos manifestar el espíritu de justicia y buena voluntad unos hacia otros. ¿Haremos esto, o vamos a censurar y anatematizar, alabándonos a nosotros mismos y condenando a todos los demás? ¿Qué de bueno puede resultar de tal actitud y acción? Por el contrario, nada puede resultar excepto enemistad y odio, injusticia e inhumanidad. ¿No ha sido ésta la mayor causa de derramamiento de sangre, enemistad y tribulación en el pasado?
¡Alabado sea Dios! Vosotros vivís en un país de libertad. Habéis sido bendecidos con hombres de sabiduría, hombres versados en el estudio comparativo de las religiones. Sois conscientes de la necesidad de la unión y sabéis del gran daño que causan los prejuicios y la superstición..
Os pregunto: ¿no son preferibles acaso el compañerismo y la hermandad a la enemistad y el odio en la sociedad y en la comunidad? La respuesta es evidente por sí misma. El amor y el compañerismo son absolutamente necesarios para ganar el beneplácito de Dios, el cual es la meta de todo logro humano. Debemos estar unidos. Debemos amarnos unos a otros. Siempre debemos alabarnos unos a otros. Debemos elogiar a todos, para que así desaparezcan la discordia y el odio que han sido causa del alejamiento entre los hombres. De otro modo, alabándonos a nosotros mismos y condenando a otros las condiciones del pasado continuarán; las guerras religiosas no tendrán fin y el prejuicio religioso, causa principal de este estrago y tribulación, aumentará. Esto debe ser abandonado, y el modo de hacerlo es investigando la realidad que yace en todas las religiones. Esta realidad subyacente es el amor a la humanidad.
Pues Dios es uno, el hombre es uno, y el único credo de los profetas es el amor y la unidad.
De: `Abdu'l-Bahá: Promulgación de la Páz Universal, pág 403-410 La Fe Bahá'í y las profecías . Lima 9 de setiembre. Gerson Elías

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