Saturday, July 29, 2006

Man-yuzhiruhu'lláh. Aquel a quien Dios Manifestara

Man-yuzhiruhu'lláh. Aquel a quien Dios Manifestara
Por José Elías.

Su Gloria
Aquel a quien Dios hará manifiesto está infinitamente por encima de cualquier otra gloria y su majestad es muy superior a toda otra majestad. Su belleza excede a cualquier otra encarnación de belleza y su grandeza es inmensamente superior a toda otra manifestación de grandeza. Cualquier luz queda ofuscada ante el resplandor de su luz y todo otro exponente de misericordia se queda corto ante las muestras de su misericordia. Cualquier otra perfección queda anulada ante su consumada perfección y cualquier otra exposición de poder es como nada frente a su poder absoluto. Sus nombres son superiores a cualesquiera otros nombres. Su complacencia sobrepasa a cualquier otra exposición de complacencia. Su exaltación preeminente está muy por encima del alcance de cualquier otra ex presión de exaltación. El esplendor de su apariencia sobrepasa en mucho al de cualquier otra apariencia. Su ocultación divina es mucho más profunda que cualquier otra ocultación. Su sublimidad es infinita mente superior a toda otra sublimidad. Su generoso favor es incomparable a cualquier otra evidencia de favor. Su poder trasciende cualquier poder. Su soberanía es invencible ante cualquier otra soberanía. Su dominio celestial es mucho más elevado que cualquier otro dominio. Su conocimiento penetra en todas las cosas y su poder consumado se extiende sobre todos los seres.(1)
Dios atestigua que no hay más Dios que El, el Todopoderoso, el Más Amado.
Fijad vuestra mirada en Aquel a quien Dios hará manifiesto en el Día de la Resurrección y creed con firmeza en lo que se os envíe por mediación de El.
Di, la victoria de Dios sobre cualquier victorioso es indiscutible. No hay nadie en el cielo o en la tierra ni en cualquier cosa existente entre ambos que pueda frustrar la supremacía trascendente de su victoria. El trae a la existencia lo que desea mediante el poder de su voluntad. En verdad, Dios es el Sostenedor más poderoso, el Socorredor y el Defensor. Cuando la Estrella Divina de Bahá brille resplandeciente sobre el horizonte de la eternidad, os incumbe presentaros ante su Trono. Cuidaos de no estar sentados en su presencia o hacer preguntas sin su permiso. Temed a Dios, oh concurso de Espejos.
Solicitad de El los maravillosos signos de su favor, para que El pueda generosamente revelaros lo que El quiera y desee, pues en ese Día todas las re velaciones de bondad divina girarán alrededor del Trono de Su gloria y emanarán de su presencia, si tan sólo lo entendierais.
Os corresponde permanecer callados ante su Trono, pues en verdad, de todas las cosas creadas entre el cielo y la tierra, nada será en ese Día más apropiado que guardar silencio. Tened cuidado, además, de no ser contados entre aquellas gentes del pasado que fueron dotadas de conocimiento y que no obstante, por causa de su sabiduría, mostraron orgullo ante Dios, el Trascendente, el que subsiste por Sí mismo, pues en ese Día, por encima de aquellos que están dotados de sabiduría, El es el Conocedor, el Omnisciente y la Fuente de todo conocimiento. Ante aquellos que ejercen poder, El es el Potente, el Más Fuerte, el Señor del Poder; y ante los que demuestran gloria, El es el Potente, el Más Augusto, el Más Glorioso; y en ese Día El será el Exaltado, el Más Alto y el Origen de toda exaltación, muy por encima de aquellos que tienen un rango elevado. E] es el Todopoderoso, la Fuente de toda gloria y grandeza, muy por encima de la pompa (le los poderosos. El es el Omnipotente, el Soberano Supremo, el Señor del Juicio, trascendiendo a todos los que están in vestidos con autoridad. El es el Generoso, el Más Benévolo y la Esencia de la bondad, quien permanece supremo ante quienes muestran benevolencia. El es el Ordenador y el Dueño Supremo de toda autoridad y poder, infinitamente por encima de quienes ejercen dominio terrenal. El es el Más Excelso, el Insuperado y el Preeminente ante cualquier hombre de talento.
Todos y cada uno de vosotros habéis sido llamados a la existencia con el fin de buscar su presencia y alcanzar esa exaltada y gloriosa estación. En verdad, El enviará desde el cielo de su generosidad aquello que os beneficie y todo lo que El os concede generosamente os permitirá prescindir de toda la humanidad. Verdaderamente, en ese Día la erudición de los sabios no servirá de nada y ni el talento de los exponentes del conocimiento, ni la pompa de las personas más altamente distinguidas ni el poder del poderoso, ni el recuerdo del devoto, ni las acciones del hombre recto, ni la genuflexión del adorador arrodillado, ni su postración o mirada dirigida hacia el Qiblih, ni el honor del noble, ni la realeza del que ha nacido en buena familia, ni la nobleza del de noble descendencia, ni el discurso del elocuente, ni los títulos de las gentes prominentes, ninguna de estas cosas les será de beneficio alguno, puesto que todo esto y cualquier cosa que hayáis conocido o comprendido fueron creadas por su mandato "Sé", y es. En verdad, si fuera su voluntad podría seguramente causar la resurrección de todas las cosas mediante una palabra suya. El es, verdaderamente y por en cima y más allá de todo esto, el Todopoderoso, el Pudiente, el Omnipotente.(2)

¡OH pueblos de la tierra! Por la justicia del único Dios verdadero, Yo soy el Siervo del Cielo, engendrado por el espíritu de Bahá, que habita en la Mansión labrada en una masa de rubí, tierna y vibrante; y en este poderoso Paraíso jamás he atestiguado otra cosa salvo aquello que proclama el Recuerdo de Dios ensalzando las virtudes de este Joven Árabe. En verdad, no hay otro Dios salvo vuestro Señor, el Misericordioso. Magnificad, entonces, su estado, pues mirad cómo se encuentra en el mismísimo corazón del más elevado Paraíso como encarnación de la alabanza de Dios en el Tabernáculo donde se entona su glorificación.
Unas veces oigo su Voz según ensalza a Aquel que es el Eterno, el Antiguo de los Días, y otras Le oigo hablando del misterio de su más augusto Nombre. Cuando entona los himnos a la grandeza de Dios, todo el Paraíso se lamenta en su deseo de contemplar su Belleza, y cuando (El) recita palabras de alabanza y glorificación hacia Dios, todo el Paraíso se queda paralizado como una masa de hielo encerrada en el corazón de una montaña congelada. Creo que Le imaginaba caminando por un recto sendero medio, en el que cada paraíso era su propio paraíso y cada cielo su propio cielo, mientras que toda la tierra y todo lo que existe en ella parecía un anillo en el dedo de sus siervos. Glorificado sea Dios, su Creador el Señor de Soberanía eterna. En verdad El no es sino el siervo de Dios, la puerta del Remanente de Dios vuestro Señor; la Verdad Soberana. (Capítulo XXIX).
Aquel a quien Dios hará Manifiesto ------------------------------------------------Para nuestro mejor entendimiento les trascribo algunas paginas.
Durante nueve años, según predijo el propio Báb, de forma rápida, misteriosa e irresistible, la Fe embrionaria concebida por Él había estado desarrollándose hasta que, en la hora fijada, la carga de la Causa prometida de Dios fue lanzada en medio de la lobreguez y agonía del Síyáh- ál de Teherán. «Ved», atestiguó Bahá’u’lláh mismo años después, al refutar las pretensiones de quienes rechazaban la validez de Su misión que tan de cerca siguiera a la del Báb, «cuán pronto, tras completarse el noveno año de esta maravillosa, esta santa y misericordiosa Dispensación, se consumó de la forma más secreta el número requerido de las almas puras, totalmente consagradas y santificadas». «Que un intervalo tan breve», afirmó Él por otra parte, «se haya interpuesto entre esta poderosísima y maravillosa Revelación de Mi propia Manifestación previa es un secreto que ningún hombre puede desentrañar, y un misterio como ninguna mente puede sondear. Su duración había sido prevista».

El propio san Juan el Divino, refiriéndose a estas dos Revelaciones sucesivas, había profetizado con claridad: «El segundo ay ha pasado; y he aquí que el tercero viene rápidamente». «Este tercer ay», ha explicado ‘Abdu’l-Bahá con referencia a este versículo, «este tercer lamento es el día de la Manifestación de Bahá’u’lláh, del Día de Dios, que está próximo al Día de la aparición del Báb». «Todos los pueblos del mundo», también ha aseverado, «aguardan la aparición al mismo tiempo de dos Manifestaciones; todos esperan el cumplimiento de esta promesa». Y en otro lugar: «El hecho esencial es que todas las religiones contienen la promesa de dos Manifestaciones sucesivas».Shaykh Ahmad-i-Asá’í, aquella estrella luminosa de guía Divina, quien tan claramente había percibido, antes del año 60, la gloria próxima de Bahá’u’lláh, y había hecho hincapié en «las Revelaciones gemelas que habían de relevarse en rápida sucesión», por su parte, había hecho esta afirmación significativa con relación a la hora próxima de aquella Revelación suprema, en una epístola, de su propio puño y letra, dirigida a Siyyid Kazím:
«El misterio de esta Causa debe manifestarse, y el secreto de este Mensaje debe divulgarse. Nada más puedo decir. No puedo fijar la hora. Su causa será dada a conocer después de Hin [68]».
Las circunstancias en las que el Vehículo de esta recién nacida Revelación, que con tal rapidez sucediera a la del Báb, recibió los primeros anuncios de Su misión sublime, recuerdan y, a decir verdad, superan la experiencia conmovedora de Moisés al enfrentarse a la zarza ardiente en los páramos del Sinaí; de Zoroastro, cuando reconoció
Su misión a través de una serie de siete visiones; de Jesús, cuando al salir de las aguas del Jordán vio cómo se abrían los cielos y descendía el Espíritu Santo en forma de paloma para posarse sobre Él; de Muhammad, cuando en la cueva de Hira, en las afueras de la ciudad santa de La Meca, oyó la voz de Gabriel que le ordenaba «grita en el nombre de Tu Señor»; y del Báb, cuando en un sueño Se acercó a la cabeza sangrante del Imam usayn y, bebiendo la sangre que goteaba de su garganta herida, Se despertó reconociéndose como el recipiente elegido de la gracia desbordante del Todopoderoso.

¿Cuál, haríamos bien en preguntarnos en esta circunstancia, era la naturaleza e mplicaciones de esa Revelación que, al manifestarse luego de la Declaración del Báb, abolió, de un plumazo, la Dispensación que esa Fe había proclamado hacía tan poco tiempo y sostuvo, con tal vehemencia y fuerza, la autoridad divina de su Autor? ¿Cuáles, bien podríamos detenernos a considerar, eran los títulos que exhibía Aquel que, siendo Él mismo discípulo del Báb, Se vio facultado, en una fase tan temprana, para abrogar la Ley identificada con su Bienamado Maestro? ¿Cuál, podemos proseguir preguntándonos, podía ser la relación entre los Sistemas religiosos establecidos con anterioridad y Su propia Revelación, una Revelación que, al manar, en una hora tan extremadamente peligrosa, de Su alma esforzada, traspasó la lobreguez que se había apoderado de aquel pozo pestilente, y traspasando sus muros, se propagó hasta los confines de la tierra, infundió en el cuerpo entero de la humanidad sus ilimitadas potencialidades y se encuentra ahora, ante nuestros propios ojos, configurando el curso de la sociedad?

Él, Quien en tan dramáticas circunstancias hubo de sufrir el peso sobrecogedor de una Misión tan gloriosa, no era sino Aquel a Quien la posteridad aclamará, y a Quien innumerables seguidores ya han reconocido, como el Juez, el Legislador y Redentor de toda la humanidad, como el Organizador del planeta entero, el Unificador de los hijos de los hombres, el Inaugurador del tan esperado milenio, como el Originador de un nuevo «Ciclo universal», como el Establecedor de la Más Grande Paz, la Fuente de la Más Grande Justicia, como el Proclamador de la madurez de toda la raza humana, como el Creador de un nuevo Orden Mundial y el Inspirador y Fundador de una civilización mundial.

Para Israel fue nada más y nada menos que la encarnación del «Padre Sempiterno», el «Señor de las Huestes», Que había descendido «con los diez mil santos»; para la cristiandad, Cristo retornado en «la gloria del Padre», para el islam, el regreso del Imam usayn; para el islam sunní, el descenso del «Espíritu de Dios» (Jesucristo); para los
zoroástricos, el prometido áh-Bahrám; para los hindúes, la reencarnación de Krishna; para los budistas, el quinto Buda.
En su nombre se combinaban los nombres del Imam usayn, el más ilustre de entre los sucesores del Apóstol de Dios, la «estrella» más brillante que rutilaba en la «corona» que menciona el Apocalipsis de San Juan, y el del Imam ‘Alí, el Comandante de los Fieles, el
segundo de los dos «testigos» ensalzado en ese mismo Libro. Fue designado formalmente Bahá’u’lláh, apelación especialmente consignada en el Bayán persa, y que significa a una la gloria, la luz y el esplendor de Dios, y recibió el título de «Señor de Señores», el «Más
Grande Nombre», la «Antigua Belleza», la «Pluma del Altísimo», el «Nombre Oculto», el «Tesoro Preservado», «Aquel a Quien Dios hará manifiesto», la «Más Grande Luz», el «Más Grande Horizonte», el «Más Grande Océano», el «Cielo Supremo», la «Raíz Persistente», el «Autosuficiente», el «Astro del Universo», el «Gran Anuncio», el
«Interlocutor del Sinaí», el «Cribador de Hombres», el «Agraviado del Mundo», el «Deseo de las Naciones», el «Señor de la Alianza», el «Árbol más allá del cual no hay paso». Su estirpe se remontaba, por un lado, hasta Abraham (el Padre de los Fieles) a través de su esposa Katurah y, por otro lado, hasta Zoroastro, así como Yazdigird, el último rey de la dinastía sasánida. Además, era descendiente de Jesé y pertenecía, por línea de su padre, Mírzá ‘Abbás, más conocido como Mírzá Buzurg, un noble estrechamente relacionado con
los círculos ministeriales de la corte de Fat -‘Alí áh, a una de las familias más antiguas y renombradas de Mázindarán. A Él había aludido Isaías, el mayor de los profetas judíos, como la «Gloria del Señor», el «Padre Sempiterno», el «Príncipe de la Paz», el
«Maravilloso», el «Consejero», la «vara procedente del tronco de Jesé» y la
«Rama surgida de Sus raíces», Quien «será establecido sobre el trono de David», Quien «vendrá con mano fuerte», Quien «juzgará entre las naciones », Quien «golpeará la tierra con la vara de Su boca, y con el aliento de Sus labios dará muerte al malvado», y Quien «reunirá a los desperdigados de Israel, y juntará a los dispersos de Judá procedentes de los cuatro rincones de la tierra». A Él cantó David en sus salmos aclamándolo como el
«Señor de las Huestes» y «Rey de Gloria». A Él se refirió Egeo como el «Deseo de todas las naciones», y Zacarías como la «Rama» que «crecerá fuera de Su lugar» y «edificará el Templo del Señor». Ezequiel Lo ensalzó como el «Señor» que «será rey de toda la tierra», en tanto que a Su día aludieron Joel y Sefonías como el «día de Yahvé»; éste último describiéndolo como «un día de ira, un día de trances y zozobras, un día de devastación y desolación, un día de oscuridad y lobreguez, un día de nubes y espesa oscuridad, un día de trompetas y alarma contra las ciudades cercadas, y contra los altos torreones». Más aún, Ezequiel y Daniel habían aclamado dicho día como «el día del Señor» y Malaquías lo había descrito como «el día grande y temible del Señor» cuando «el Sol de la Rectitud» se «alzará con curación en Sus alas», en tanto que Daniel había declarado que Su advenimiento señalaría el final de la «abominación de la desolación».
A Su Dispensación hacen referencia los libros sagrados de los seguidores de Zoroastro como aquella en la que el sol ha de detenerse durante no menos de un mes entero. A Él debió de aludir Zoroastro cuando, de acuerdo con la tradición, predijo que un periodo de
tres mil años de conflictos y disputas debía preceder el advenimiento del Salvador del Mundo Sháh-Bahrám, Quien triunfaría sobre Ahriman e inauguraría una era de bendición y paz. A Él se quiere significar únicamente con la profecía atribuida al propio Gautama Buda, según la cual «un Buda llamado Maitreya, el Buda de la hermandad universal» habrá de alzarse en la plenitud de los tiempos a revelar «Su gloria ilimitada». A Él alude el Bhagavad Gita de los hindúes como el «Más Grande Espíritu», el «Décimo Avatar»,
la «Manifestación Inmaculada de Krishna».

A Él Se había referido Jesucristo como el «Príncipe de este mundo», el «Consolador», Quien «censurará al mundo del pecado, y de la rectitud y del juicio», como el «Espíritu de la Verdad», Quien «os guiará hasta toda la verdad», Quien «no hablará por Sí mismo, sino que cuanto escuche, eso hablará», como el «Señor de la Viña» y como el «Hijo del Hombre» Quien «vendrá en la gloria de Su Padre», «en las nubes del cielo con poder
y gran gloria», con «todos los santos Ángeles» a Su alrededor y «todas las naciones» reunidas ante Su trono. A Él alude el Autor del Apocalipsis como la «gloria de Dios», el «Alfa y Omega», el «Principio y Fin», «el Primero y el Último». Identificando Su Revelación con el «tercer ay», también había ensalzado Su Ley como «un nuevo cielo y una nueva tierra», como el «Tabernáculo de Dios», como la «Ciudad Santa», la
«Nueva Jerusalén, venida del cielo de parte de Dios, preparada como una novia engalanada para su esposo». A Su Día Se había referido el propio Jesucristo como «la regeneración, cuando el Hijo del Hombre Se sentará en el trono de Su gloria». A la hora de Su venida se había referido san Pablo como la hora del «último trompetazo», el «trompetazo
de Dios», en tanto que san Pedro había hecho mención de ella como el «Día de Dios, cuando los cielos incandescentes se disolverán, y los elementos se fundirán por el calor rusiente». Además ha descrito Su Día como «la hora del recrearse», «la hora de la restitución de todas las cosas, de la que Dios habló por boca de todos Sus santos Profetas desde que empezó
el mundo».


A Él había aludido Muhammad, el Apóstol de Dios, en Su Libro como el «Gran Anuncio» y había declarado Su Día como el Día en que «Dios» descenderá «recubierto de nubes», el Día en que «tu Señor vendrá y los ángeles, fila tras fila» y «El Espíritu Se alzará y los ángeles se alinearán en orden». En ese Libro, Su advenimiento ha sido previsto por Él, en
un sura denominado «el corazón del Corán», como el «tercer» Mensajero, enviado para «reforzar» a los dos que Le precedieron. A Su Día, en las páginas de ese mismo Libro, ha rendido un cálido tributo, glorificándolo como el «Gran día», el «Último Día», el «día de Dios», el «día del Juicio», el «día de las Cuentas», el «Día del Mutuo Engaño», el «Día de la Separación», el «Día del «Suspiro», el «Día de la Reunión», el Día «en que
el Decreto será cumplido», el Día en que resonará el segundo «trompetazo », el «Día en que la humanidad estará de pie ante el Señor del mundo» y «todos acudirán ante Él con humildad», el Día en que «verás las montañas, que crees tan firmes, desaparecer al paso de una nube», el Día «en que se rendirán cuentas», «el Día venidero, cuando los corazones de los hombres se alzarán hasta sus gargantas y los sofocarán», el Día en que «todos los que están en los cielos y todos los que están en la tierra sufrirán el terror, excepto
aquellos a los que Dios desee librar», en que «toda mujer que amamante abandonará a su criatura de pecho, en que toda mujer que lleve una carga en la matriz arrojará su carga», el Día «en que la tierra brillará con la luz de su Señor, y el Libro quedará dispuesto, y los Profetas y los testigos comparecerán; y el juicio se pronunciará sobre ellos con equidad; y nadie sufrirá agravio». La plenitud de Su gloria fue comparada por el Apóstol de Dios,
tal como atestigua el propio Bahá’u’lláh, con el «plenilunio en su decimocuarta
noche». De acuerdo con el mismo testimonio, Su estación fue identificada por el Imam ‘Alí, el Comandante de los Fieles, con «Aquel Que conversó con Moisés desde la zarza ardiente en el Sinaí». Sobre el carácter trascendental de Su misión dio testimonio, de nuevo de acuerdo con Bahá’u’lláh, el Imam usayn como «una Revelación cuyo Revelador será Aquel Que reveló» al Apóstol de Dios mismo.(3)


Referencias.

1.-Selección de los escritos del Báb. Pág. 152.libro Traducido y Editado por Malihe Forghani en 1981
2.-Selección de los Escritos del Báb. Pág. 159-160.Recopilaciones de La Casa universal de Justicia.
3.-Tomado del libro Dios Pasa de Shoghi Efendi .El Ministerio de Bahá´u´llah. Paginas 88-89-90.
Lima, 28 de julio de 2006.Gerson

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