Friday, August 18, 2006

Las Tradiciones sobre Ghars _ Gharasíh _ Hin_ Gharadíh


En Karbilá, Siyyid Kázim* se dedicó a la tarea iniciada por su maestro, expuso sus enseñanzas, defendió su Causa y contestó todas las preguntas que desconcertaban las mentes de sus discípulos. El vigor con que prosiguió su tarea in­flamó la animosidad de los ignorantes y envidiosos. "Durante cuarenta años", clamoreaban, "hemos permitido que las presuntuosas enseñan­zas de Shaykh Admad sean difundidas sin oposi­ción alguna de nuestra parte. Ya no podemos tolerar pretensiones similares por parte de su sucesor, quien rechaza la creencia en la resurrección del cuerpo, que repudia la interpretación literal del ‘Mi‘ráj’26, que considera los signos del Día que ha de venir como alegóricas y que predica una doctrina de carácter herética y sub­versiva de los mejores dogmas del Islám or­todo­xo". Cuanto mayor era su clamor y sus protestas, más firme se hacía la determinación de Siyyid Kázim de proseguir su misión y cumplir su fideicomiso. Envió una epístola a Shaykh Admad en la que expuso extensamente las calumnias que habían sido proferidas en su contra y le informó sobre la naturaleza y el grado de la oposición. En ella se aventuró a preguntar cuánto tiempo estaba destinado a someterse al fanatismo implacable de un pueblo testarudo e ignorante y rogó que se le ilustrara sobre el momento en que debía ser manifiesto el Prometido. A esto Shaykh Admad respondió: "Puedes estar seguro de la gracia de tu Dios. No te aflijas por sus acciones. El misterio de esta Causa debe, necesariamente, manifestarse y el secreto de este Mensaje debe, necesariamente, ser divulgado27. No puedo decir más, no puedo fijar una hora. Su Causa será dada a conocer después de Hín28. ‘No me pidas cosas que, si te fueran reveladas, sólo te cau­sarían dolor’".
Cuán grande, cuán inmensa, es Su Causa que incluso a un per­sonaje tan exaltado como Siyyid Kázim palabras como éstas han tenido que ser dichas! Esta respuesta de Shaykh Admad impartió solaz y fuerza al corazón de Siyyid Kázim quien, con redoblada determina­ción, continuó resistiendo el ataque violento de un enemigo envidioso e insidioso.
Shaykh Admad29 falleció poco después, en el año 1242 d.h. a la edad de ochenta y un años, y sus restos fueron sepultados en el cementerio de Baqí‘30 en la cercana vecindad del lugar de descanso de MuHammad, en la ciudad santa de Medina.(1)

Y asimismo Él ha dicho con respecto al poder de esta Revelación: "Es lícito para Aquel a Quien Dios hará manifiesto rechazar a aquel que es más grande en la tierra, puesto que ese no es sino una criatura en Su puño y todas las cosas Le adoran. Después de Hín (68) os será dada una Causa que vosotros conoceréis". Y además Él dice: "Sabe con absoluta certeza y, mediante el decreto irrevocable y más firmemente establecido, que Él, exaltada sea Su gloria, magnificado sea Su poder, beatificada sea Su santidad, glorificada sea Su grandeza y loados sean Sus caminos, hace que cada cosa sea conocida por sí misma; ¿quién, entonces, puede conocerle a través de alguien que no sea Él Mismo?"(2)

Dios es mi testigo. Yo no era un hombre instruido, pues fui educado como mercader. En el año sesenta,3 Dios, bondadosamente, invistió mi alma con evidencias concluyentes y con el conocimiento convincente que caracteriza a quien es el Testimonio de Dios -que la paz sea con El- hasta que, finalmente, en ese año Yo proclamé la Causa Oculta de Dios y descorrí el velo que cubría su Pilar, de tal forma que nadie podía refutarla. "Para que quien tenga que perecer, que sea ante una prueba evidente, y quien tenga que vivir, que sea mediante una prueba clara".4
En ese mismo año (60) envié un mensajero con un libro para ti, para que pudieras actuar con la causa de Aquél que es el Testimonio de Dios como corresponde al estado de tu soberanía. Pero, debido a que la calamidad horrible y tenebrosa había sido ordenada irrevocablemente por la voluntad de Dios, el libro no te fue entregado, debido a la intervención de quienes se consideran así mismos los benefactores del gobierno. Todavía hoy, cuando han transcurrido casi cuatro años, no lo han presentado debidamente a Vuestra Majestad. No obstante, ahora que la hora fatal se aproxima, y puesto que es un asunto de fe y no una preocupación mundana, te he dejado entrever lo que ha sucedido .


Por ejemplo, desde el nacimiento de la misión de Jesús -que la paz sea con El- hasta el día de su ascensión fue la Resurrección de Moisés. Pues durante ese período la Revelación de Dios brilló por medio de la aparición de esa Realidad divina, Quien recompensó mediante su Palabra a todo el que creía en Moisés y castigó mediante su Palabra a todo el que no creía; pues el Testimonio de Dios para ese Día era aquello que Él había afirmado solemnemente en el Evangelio. Y desde el comienzo de la Revelación del Apóstol de Dios -que sobre Él desciendan las bendiciones de Dios- hasta el día de su ascensión fue la Resurrección de Jesús -que la paz sea con El-, en el que el Árbol de la Realidad divina apareció en la persona de Mahoma, premiando mediante su Palabra a los que creían en Jesús y castigando por su Palabra a quienes no creían en El. Y desde el momento en que apareció el Árbol del Bayán hasta que desaparezca es la Resurrección del Apóstol de Dios, tal como está divinamente predicho en el Corán,
Resurrección cuyo comienzo tuvo lugar dos horas y once minutos después de la puesta del sol del 5 de Jamádíyu'l-Avval, 1260 A.H.(1) que es el año 1270 de la Declaración de la Misión de Mahoma.
Ese fue el principio del Día de la Resurrección del Corán, y hasta la desaparición del Árbol de la Realidad divina será la Resurrección del Corán. Él estado de perfección de cada cosa se alcanza cuando se produce su resurrección. La perfección de la religión del Islam se consumó al comienzo de esta Revelación y desde el amanecer de esta Revelación hasta su ocaso, sean cuales sean los frutos del Árbol del Islam, se harán aparentes. La Resurrección del Bayán se producirá a la hora de la aparición de Aquél a quien Dios hará manifiesto. Hoy el Bayán se encuentra en el estado de una semilla; al comienzo de la manifestación de Aquél a quien Dios hará manifiesto, su perfección última se hará aparente. Él se manifiesta con el fin de recoger los frutos de los árboles que ha plantado; al igual que la Revelación del Qá'im (Aquel que se levanta) descendiente de Mahoma -que sobre Él descansen las bendiciones de Dios- es exactamente igual a la Revelación del Apóstol de Dios mismo (Mahoma). Él propósito de su aparición no es otro que el de recoger los frutos del Islam de los versos coránicos que Él (Mahoma) ha sembrado en los corazones de los hombres. Los frutos del Islam únicamente pueden cosecharse mediante la fidelidad a Él (el Qá'im) y la creencia en El. Hasta el momento, sin embargo, sólo se han producido efectos adversos; pues, a pesar de que Él ha aparecido en el centro mismo del corazón del Islam y toda la gente Lo profesa debido a su relación con Él (el Qa'im), Le han confinado injustamente a la montaña de Mákú, y ello a pesar de que en el Corán Dios les ha prometido a todos el advenimiento del Día de la Resurrección. En ese Día todos los hombres comparecerán ante Dios y alcanzarán su presencia; lo cual significa aparecer ante Aquel que es el Árbol de la Realidad divina y acceso a su presencia, puesto que no es posible comparecer ante la Esencia Más Santa de Dios, ni es tampoco concebible buscar reunión con El. Lo único factible en el sentido de aparecer ante Él y reunirse con Él es alcanzar la presencia del Árbol Original. II, 7. (5)

Alabado sea Aquel que percibe en este mismo instante y en esta remota prisión el objeto de mi deseo. Él es mi Testigo en todo momento, y Me contempla desde antes del comienzo del "post-Hín"[1].
Fuente y referencia:
1.-Tomado del libro. Rompedores del Alba Cáp. Uno.
*Siyyid Kázim, así como en el cristianismo aparecieron dos personajes (william miller y jose smith ) antes de el regreso en su segunda venida. También en El mundo islamico, aparecieron dos lumbreras de guía que son Shaykh Admad-i-Ahsá'í ,y Siyyid Kázim.
26.- "La Ascensión" de Muhammad al Cielo.
27.- El Báb mismo hace referencia a este pasaje y lo confirma en el "Dalá'il-i-Sab‘ih": "Es una cosa conocida de las palabras de Shaykh Admad-i-Ahsá'í. Así hay en ellas indicaciones sin nombre al tema de la Manifestación. Por ejemplo, él ha escrito de su puño y letra a Siyyid Kázim-i-Rashtí: "Del mismo modo que para la edificación de una casa se necesita un terreno, así debe presentarse el momento para esta Manifestación. Pero ahora no se puede responder fijando el momento exacto. Pronto se la conocerá en forma inequívoca". ¿Aquello que has oído a menudo tú mismo de Siyyid Kázim, no es acaso una explicación? ¿No repetía él a cada instante: '¿No desean pues ustedes que yo me vaya y que Dios aparezca?'" ("Le livre des Sept Preuves", traducido por A. L. M. Nicolas, pág. 58). "Hay también la anécdota relativa a Shaykh Admad-i-Ahsá'í en la ruta de la Meca. Se ha probado que esta anécdota es autén­tica y desde entonces hay algo de cierto en ella. Discípulos del difunto relataron los propósitos que habían comprendido y entre ellos se encon­traban personajes como Mullá ‘Abdu'l-Kháliq y Murta¤á-Qulí. Mulla ‘Abdu'l-Kháliq relató que el Shaykh le dijo cierto día: 'Ora con el objeto de no estar en el comienzo de la Manifestación y del Retorno, porque ha­brán muchas guerras civiles'. Él agregó: 'Si alguno de ustedes vive toda­vía en este tiempo verá cosas extrañas entre los años 60 y 67. Y qué cosa más extraña que el Ser mismo de la Manifestación. Tu estarás allí y ve­rás una cosa extraordinaria: es que Dios para hacer victoriosa esta Manifestación suscitará un Ser quien hablará de sí mismo, sin haber aprendido nada de los demás'". (Id. págs. 59-60).
28.- De acuerdo con la notación Abjad el valor numérico de la palabra "Hín" es 68. Fue en el año 1268 d.h. que Bahá'u'lláh, mientras se hallaba confi­nado en el Síyáh-Chál de Tihrán, recibió las primeras intimaciones de Su Misión Divina. Hizo alusiones a ésto en las odas que Él reveló en ese año.
29.- Falleció en un lugar llamado Haddih, en las vecindades de Medina. (A. L. M. Nicolas' "Essai sur le Shaykhisme" I, pág. 60).
30.- Su cuerpo fue llevado a Medina donde fue sepultado en el cementerio Baqí‘ detrás del muro de la cúpula del Profeta, en el lado sur, debajo del alero de Mi¥ráb. Se dice que allí está también la tumba de Fátimih frente al Baytu'l-hasan" (A. L. M. Nicolas' "Essai sur le Shaykhisme", I, págs. 60-61). "La muerte de Shaykh Admad puso fin a la lucha durante algunos días y las pasiones parecían aquietarse. Por otra parte, fue en esa época que el Islám recibió un golpe terrible y su poder fue roto. El Emperador de Rusia venció a las naciones musulmanas y a la mayoría de las provincias habitadas por gentes de esa religión cayeron en manos del ejército moscovita". (A. L. M. Nicolas' "Essai sur le Shaykhisme", II, pág. 5). "Por otra parte se pensó que, muerto Shaykh A¥mad su doctrina de­saparecería con él sin volver, y la paz duró por un período de casi dos años. Pero los musulmanes volvieron muy pronto a sus primeros senti­mientos en cuanto vieron que la luz de la doctrina del difunto brillaba to­davía sobre el mundo gracias a Siyyid Kázim-i-Rashtí, el mejor y más fiel alumno de Shaykh Admad y su sucesor". (Ibid., págs. 5-6).

2.-Epístola del Hijo del Lobo- Pág. 134
3.- Selección de los escritos del Bab. Pág. 12-13=.-1260 A.H. (1844 D.C.) (60) el año.
4.- Corán 8:44
5.- Pág. 104 SEBab -extractos del Bayan Persa


"En Ghars será plantado el Árbol de guía Divina"

El año sesenta
Como el año sesenta, el año que atestiguó el nacimiento de la Revelación prometida, acababa de comenzar, parece que sería conveniente, en este momento, hacer una digresión de nuestro tema y mencionar ciertas tradiciones de Muhammad y de los imames de la Fe que se refieren específicamente a ese año. Imán Ja‘far, hijo de Muhammad, al ser interrogado sobre el año en que el Qá'im debía manifestarse, replicó lo siguiente: "En verdad, en el año sesenta será revelada Su Causa, y Su nombre será proclamado en todas partes". En las obras del sabio y famoso Muhyi'd-Dín-i-‘Arabí, se encuentran muchas referencias relacionadas tanto con el año del advenimiento como con el nombre de la prometida Manifestación. Entre ellas están las siguientes: "Los ministros y defensores de Su Fe serán del pueblo Persa". "En Su nombre el nombre del Guardián (‘Alí), precede el del Profeta (Muhammad)". "El año de Su Revelación es igual a la mitad de aquel número que es divisible por nueve (2520)". Mírzá Muhammad-i-Akhbárí, en sus poemas relacionados con el año de la Manifestación, hace la siguiente predicción: "En el año Ghars (el valor numérico de cuyas letras es 1260) la tierra será iluminada por Su luz y en Gharasíh (1265) el mundo será inundado con su gloria. Si vivís hasta el año Gharadíh (1270), atestiguaréis como las naciones, los gobernantes, los pueblos y la Fe de Dios habrán sido todos renovados". En una tradición atribuida al Imán ‘Alí, el Comandante de los Fieles, está escrito asimismo: "En Ghars será plantado el Árbol de guía Divina".(1)

Notas:
1.-Cáp. 3 – Pág. 108-Selección de los escritos del Bab.


La víspera del quinto día de Jamádíyu'l-Avval, en el año 1260 d.h

la noche Memorable del Súriy-i-Yúsuf
Ese mismo día, algunas horas antes de la puesta del sol, mientras caminaba afuera de la puerta de la ciudad, sus ojos vie­ron repentinamente a un Joven de rostro radiante, quien usaba un turbante verde y que, acercándose, lo saludó con una sonrisa de cariñosa bienvenida. Abrazó a Mullá Husayn con afecto y ternu­ra, como si hubiera sido un amigo íntimo de toda la vida. Mullá Husayn pensó al principio que sería un discípulo de Siyyid Kázim quien, al saber de su llegada a Shíráz, había venido a darle la bienvenida.
Mírzá Admad-i-Qazvíní, el mártir, quien había oído a Mullá Husayn relatar, en varias ocasiones, a los primeros creyentes, las circunstancias de su conmovedora e histórica entrevista con el Báb, me contó lo siguiente: "He oído a Mullá Husayn describir repetida y gráficamente las circunstancias de esa extraordinaria entrevista: "El Joven que vino a mi encuentro fuera de la puerta de Shíráz me abrumó con expresiones de bienvenida, cariño y bondad. Me hizo una cálida invitación a visitar Su hogar, para refrescarme allí de las fatigas de mi viaje. Le rogué que me excu­sara, invocando las fatigas de mi viaje. Le rogué que me excusa­ra, invocando que mis dos compañeros ya habían arreglado para mi permanencia en esa ciudad y que, en ese momento, esperaban mi regreso. "Confíales al cuidado de Dios", fue Su respuesta; "Él, con seguridad los protegerá y cuidará". Habiendo dicho es­tas palabras, me pidió que Le siguiera. Me sentí profundamente impresionado por la suave pero compelente manera en que me habló ese Joven extraño. Mientras Le seguía, Su marcha, el en­canto de Su voz, la dignidad de Su porte, sirvieron para enaltecer mis primeras impresiones de este encuentro inesperado.
"Pronto nos encontramos ante el portón de una casa de aspec­to modesto. Golpeó a la puerta, que luego fue abierta por un sir­viente etíope. "Entrad allí en paz y seguridad"4 fueron Sus pala­bras al cruzar el umbral y hacerme una señal para que Lo siguie­ra. Su invitación, hecha con poder y majestad, penetró mi alma. Me pareció buen augurio que se me dirigieran tales palabras al estar de pie en el umbral de la primera casa en que iba a entrar en Shíráz, ciudad cuya atmósfera misma ya me había producido una impresión indescriptible. ¿No sería posible, pensé en mí, que mi visita a esta casa me permitiera acercarme más al Objeto de mi búsqueda? ¿No apresuraría, posiblemente, el fin de un período de intenso anhelo, de tenaz pesquisa, de creciente ansiedad, que tal búsqueda implica? Al entrar a la casa y seguir a mi Anfitrión a Su cuarto, un sentimiento de indescriptible júbilo invadió mi ser. En cuanto nos sentamos, pidió que se trajera un aguamanil y me rogó que lavara de mis manos y pies la huellas del viaje. Pedí permiso para retirarme de su presencia y hacer mis abluciones en la pieza contigua. Rehusó conceder mi petición y procedió a de­rramar el agua sobre mis manos. Después me dio a beber una bebida refrescante, hecho lo cual pidió el samovar5 y Él mismo preparó el té que me ofreció.
"Abrumado por Sus acciones de extrema bondad, me levanté para partir. "La hora de la oración vespertina se acerca", me aventuré a observar. "He prometido a mis amigos reunirme con ellos a esa hora en el Masjid-i-Ílkhání". Con extrema cortesía y calma replicó: "Seguramente debes haber hecho que la hora de tu regreso esté condicionado a la voluntad y deseo de Dios. Parece que Su decreto es otro. No necesitas temer haber roto tu pro­mesa". Su dignidad y seguridad me silenciaron. Repetí mis abluciones y me preparé para orar. Él también, de pie a mi lado, oró. Mientras rezaba, desahogué mi espíritu, que estaba muy oprimido, tanto por el misterio de la entrevista como por la ten­sión y preocupación de mi búsqueda. Susurré esta oración: "He luchado con toda mi alma ¡oh mi Dios! y hasta ahora he fraca­sado en encontrar Tu Mensajero prometido. Soy testigo que Tu palabra no fracasa y que tu promesa es segura".
Esa noche, esa memorable noche, era la víspera del quinto día de Jamádíyu'l-Avval, en el año 1260 d.h.6. Era más o menos una hora después de la puesta del sol cuando mi joven Anfitrión co­menzó a conversar conmigo. "¿Quién, después de Siyyid Ká½im", me preguntó, "consideras como su sucesor y jefe?" "A la hora de su muerte", repliqué, "nuestro fenecido maestro nos exhortó insistentemente que abandonáramos nuestros hogares, que nos dispersáramos en todas direcciones, en busca del pro­metido Bienamado. De acuerdo con esto, he viajado a Persia, me he levantado a cumplir su voluntad y aún estoy embarcado en mi búsqueda". "¿Te ha dado tu maestro", preguntó además, "alguna indicación detallada en cuanto a las características distintivas del Prometido?" "Sí", repliqué, "Él es de linaje puro, de ilustre des­cendencia y de la simiente de Fátimih. En cuanto a Su edad, tiene más de veinte y menos de treinta. Posee sabiduría innata. Es de mediana estatura, se abstiene de fumar, y no tiene defecto corporal alguno". Guardó silencio por un instante y entonces, con vibrante voz, declaró: "¡Observad, todos estos signos están manifiestos en Mí!" Entonces analizó cada uno de los signos mencionados por separado y demostró en forma concluyente que todos y cada uno se podían aplicar a Su persona. Me sentí pro­fundamente sorprendido y observé cortésmente: "Aquél cuyo ad­venimiento esperamos es un Hombre de santidad sin par y la Causa que Él ha de revelar, una Causa de poder tremendo. Muchos y diversos son los requisitos que Aquél que pretenda ser su personificación visible debe cumplir. ¡Cuán a menudo se ha referido Siyyid Kázim a la vastedad de los conocimientos del Prometido! Cuán a menudo dijo: "Mi propio conocimiento es como una gota en comparación con el que Él ha sido dotado. Todo lo que he logrado no es sino una partícula de polvo en comparación con la inmensidad de Su conocimiento. ¡No, in­conmensurable es la diferencia!" Apenas habían brotado de mis labios estas palabras cuando me sentí sobrecogido por el temor y el remordimiento, a tal punto que no podía ocultarlo ni expli­carlo. Me reproché amargamente y resolví en ese mismo instante cambiar mi actitud y suavizar mi tono. Prometí a Dios que si mi Anfitrión se refería otra vez al tema, con la mayor humildad res­pondería diciendo: "Si usted está dispuesto a demostrar su afir­mación, con seguridad me librará de la ansiedad y suspenso que oprimen en tal grado mi alma. En verdad estaré endeudado con usted por tal liberación". Cuando comencé mi búsqueda, decidí considerar las dos siguientes medidas como medios por los que pudiera confirmar la verdad de quienquiera afirmara ser el pro­metido Qá'im. El primero era un tratado que yo mismo había es­crito, que se refería a las enseñanzas abstrusas y ocultas propala­das por Shaykh Admad y Siyyid Kázim. A quienquiera, me pa­recía, hubiera sido capaz de desentrañar las misteriosas alusiones de ese tratado, sometería mi segunda petición, y le pediría que revelara, sin vacilaciones ni reflexión, un comentario sobre el Sura de José, con estilo y lenguaje completamente diferentes a los que imperaban en ese momento. En ocasión anterior había pedido a Siyyid Kázim, privadamente, que escribiera un comen­tario sobre el mismo Sura, lo que rehusó, diciendo: "Esto, en verdad, excede mi capacidad. Él, ese gran Ser, que viene después de mí, sin que se lo pidas, lo revelará para ti. Ese comentario constituirá uno de los testimonios de mayor peso de Su verdad y una de las pruebas más claras de lo exaltado de Su posición"7.
Daba vueltas a estas ideas en mi mente cuando mi distinguido Anfitrión remarcó nuevamente: "Observad atentamente. ¿Podría ser otro sino Yo la Persona a quien se refirió Siyyid Kázim?" Entonces me sentí impelido a presentarle una copia del tratado que llevaba conmigo. "¿Quiere usted", Le pedí, "leer este libro mío y mirar sus páginas con ojos indulgentes? Le ruego no prestar atención a mis debilidades y deficiencias". Cortésmente, cumplió mi petición. Abrió el libro, miró ciertos pasajes, lo cerró y comenzó a hablarme. En pocos minutos, con vigor y encanto característicos, había desentrañado todos sus misterios y resuelto todos sus problemas. Habiendo cumplido a mi entera satisfac­ción, en tan corto tiempo, la tarea que había esperado que hi­cie­ra, continuó exponiendo ciertas verdades que no era posible en­contrar ni en las tradiciones orales de los imanes de la Fe ni en los escritos de Shaykh Admad y Siyyid Kázim. Estas verdades, que nunca antes había oído, parecían poseer poder y brillo refres­cantes. "Si no hubieras sido Mi huésped", observó más adelante, "por cierto que tu posición hubiera sido grave. La gracia de Dios, que todo lo abarca, te ha salvado. Es de Dios probar a Sus sier­vos, y no de Sus siervos probarlo a Él de acuerdo con sus defi­cientes medidas. ¿Si Yo fracasara en resolver tus perplejidades, podría considerarse impotente la Realidad que brilla dentro de Mí, o considerarse deficiente Mi conocimiento? ¡No, por la jus­ticia de Dios! En este día, incumbe a los pueblos del Oriente y del Occidente apresurarse para alcanzar este umbral y buscar aquí la gracia vivificante del Misericordioso. Quienquiera vacile sufrirá, por cierto, gran pérdida. ¿No atestiguan de su creación es el conocimiento y adoración de Dios? Les incumbe levantarse, con el mismo fervor y espontaneidad tuyos y buscar, con deter­minación y constancia, su prometido Bienamado". Luego prosi­guió diciendo: "Ahora ha llegado el momento de revelar el co­mentario sobre el Sura de José". Tomó Su pluma y con increíble rapidez reveló la totalidad del Sura de Mulk, el primer capítulo de Su comentario sobre el Sura de José. El efecto sobrecogedor de la manera en que escribía era enaltecido por la suave entona­ción de voz con que acompañaba Su escritura. No interrumpió por un sólo instante el torrente de versos que fluía de Su pluma. No se detuvo ni una sola vez hasta que había revelado la totali­dad del Sura de Mulk. Permanecí sentado, extasiado por la magia de Su voz y la fuerza arrolladora de Su revelación. Finalmente me levanté de mi asiento de mala gana y pedí permiso para irme. Sonriendo me rogó que me sentara, y dijo: "Si sales en tal esta­do, quienquiera te vea dirá con seguridad: "Este pobre joven ha perdido el juicio". En ese instante el reloj marcó dos horas y once minutos después de la puesta del sol 8. Esa noche, el atarde­cer del quinto día de Jamádíyu'l-Avval, en el año 1260 d.h. co­rrespondía a la víspera del sexagésimo quinto día después de Naw-Rúz, que también era el atardecer del sexto día de Khurdád del año Nahang. "Esta noche", declaró, "esta misma hora, en días venideros, será celebrada como una de las más grandes y signifi­cativas de todas las festividades. Da gracias a Dios por haberte ayudado con bondad a alcanzar el deseo de tu corazón y por ha­ber bebido del vino sellado de Su prolación. "Bienaventurados los que logran alcanzarlo 9".
"Tres horas después de la puesta del sol, mi Anfitrión ordenó que se sirviera la comida. Ese mismo sirviente etíope apareció nuevamente y puso ante nosotros los más selectos platos. Esa comida sagrada refrescó tanto mi cuerpo como mi espíritu. En presencia de mi Anfitrión, en ese momento, sentí como si me estuviera alimentando con los frutos del Paraíso. No podía sino maravillarme ante los modales y las devotas atenciones de ese sirviente etíope cuya vida toda parecía hacer sido transformada por la influencia regeneradora de su Amo. En ese instante, por primera vez, reconocí el significado de esta bien conocida tradi­ción oral atribuida a Muhammad: "He preparado para los rectos y piadosos de entre Mis siervos aquello que ningún ojo ha visto, ningún oído ha escuchado, ni corazón humano concebido". Si mi joven Anfitrión no hubiera tenido otra pretensión de grandeza, esto hubiera sido suficiente -que Él me recibió con tal grado de hospitalidad y cariñosa bondad que estaba convencido que a nin­gún otro ser humano le sería imposible revelar.
"Permanecí sentado, fascinado por Sus palabras, olvidado del tiempo y de los que me esperaban. Repentinamente ante la lla­mada del almuecín, convocando a los fieles a sus oraciones ma­tinales, me despertó del estado de éxtasis en que parecía haber caído. Todas las delicias, todas las glorias inefables, que el Todopoderoso ha relatado en Su Libro como las posesiones sin precio de la gente del Paraíso -esto parecía estar experimentando esa noche. Pienso que estaba en un lugar del que se podía decir con verdad: "Allí no nos alcanzará ninguna preocupación, allí dentro no nos tocará fatiga alguna"; "No oirán allí ningún vano discurso, ni ninguna falsedad, pero sólo las palabras ¡Paz! ¡Paz!"; "Su exclamación allí será, "¡Gloria sea a Ti, oh Dios!", y su saludo será "¡Paz!", y terminarán su exclamación diciendo: "¡Alabado sea Dios, Señor de todas las criaturas!"10.
"No había sentido sueño esa noche. Estaba arrobado por la música de esa voz que subía y bajaba mientras entonaba; ora creciendo mientras revelaba versos del Qayyúmu'l-Asmá'11, ora adquiriendo armonías sutiles y etéreas mientras pronunciaba las oraciones que estaba revelando12. Al final de cada invocación re­petía este versículo: "¡Lejos de la gloria de tu Señor, el Todo Glorioso, esté aquello que Sus criaturas afirman de Él! ¡Y la Paz sea con Sus Mensajeros! ¡Y alabado sea Dios, el Señor de todos los seres!"13.
"Entonces se dirigió a mí con estas palabras: "¡Oh tú que eres el primero en creer en Mí! En verdad digo, Yo soy el Báb, la Puerta de Dios, y tú eres el Bábu'l-Báb, la puerta de esa Puerta. Dieciocho almas deben, al comienzo, espontáneamente y por su propia cuenta, aceptarme y reconocer la verdad de Mi Revelación. Sin que nadie les advierta o invite, cada uno de ellos debe buscar independientemente para encontrarme. Una vez que esté completo su número, uno de ellos debe ser elegido para acompañarme en Mi peregrinaje a Meca y Medina. Allí entregaré el Mensaje de dios al Sharíf de Meca. Entonces volveré a Kúfih, donde una vez más, en el Masjid de esa ciudad sagrada, manifes­taré Su Causa. Te incumbe no divulgar, ni a tus compañeros ni a ninguna otra alma, aquello que has visto y oído. Ocúpate en el Masjid-i-Ílkhání en oración y enseñanza. Yo también me uniré a ti allí en oración congregacional. Ten cuidado que tu actitud ha­cia Mí no delate el secreto de tu Fe. Debes continuar en esta ocupación y mantener esta actitud hasta nuestra partida a Hijáz. Antes de nuestra partida daremos a cada una de las dieciocho almas su misión especial y los enviaremos a cumplir su tarea. Les daremos instrucciones que enseñen la Palabra de Dios y vi­vifiquen las almas de los hombres". Una vez que hubo dicho es­tas palabras, me despidió de Su presencia. Acompañándome a la puerta de la casa, me encomendó al cuidado de Dios.

Notas: 4. Corán 15:46.
5.- Urna para té.
6.- Corresponde al atardecer del 22 de Mayo de 1844 a.d. El 23 de Mayo cayó en jueves.
7.- "Se relata que Mullá husayn dijo lo siguiente: "cierto día, cuando estaba solo con el extinto Siyyid (Kázim en su biblioteca, le pregunté porqué se daba el título "La Mejor de las Historias" al Súriy-i-Yúsuf en el Corán, a lo cual él respondió que no era ese el momento apropiado para explicar la razón. Este incidente permaneció oculto en mi mente y tampoco se lo mencioné a nadie" (El Táríkh-i-Jadíd, pág. 39).
8.- La fecha de la Manifestación se fija en el siguiente pasaje en el Bayán Persa (Vahíd 2, Báb, 7): "Su comienzo fue dos horas y once minutos desde el atardecer precedente al cinco de Jamádíyu'l-Úlá 1260 d.h., que es el año 1270 de la misión de Mahoma". (Tomado de una copia manus­crita del Bayán hecha por la pluma de Siyyid Husayn, amanuense y com­pañero del Báb).
9.- A. L. M. Nicolas cita lo siguiente del Kitábu'l-Haramayn: "En verdad, el primer día que el Espíritu descendió en el corazón de este Esclavo era el 15 del mes de Rabí'u'l-Avval". (A. L. M. Nicolas Siyyid ‘Ali-Muhammad dit le Báb, pág. 206).
10.- Citas del Corán.
11.- El comentario del Báb (Qayyúmu'l-Asmá'),sobre el Sura de José.(Capitulo II de el Corán)
12.- "En el primero de estos libros se muestra especialmente piadoso y místi­co; en el segundo, la polémica y la dialéctica tienen una parte importante y los oyentes notaban con asombro que él descubría, en el capítulo del Libro de Dios que había elegido, significados nuevos que nadie había co­nocido hasta entonces y que de él deducía sobre todos doctrinas y ense­ñanzas jamás oídas. Lo que no se dejaba de admirar eran la elegancia y belleza del estilo árabe utilizado en sus escritos. Hubo por lo demás ad­miradores exaltados quienes no temían preferirlos a los más bellos pasa­jes del Corán". (Conde de Gobineau Les Religions et les Philosophies dans l'Asie Centrale, pág. 120).
13.- Corán 37:180.

Lima 18 de Agosto de 2006.por Gerson Elías
[1] Él valor numérico de las letras de la palabra Hín es 68. Él año 1268 A.H. (1851-1852 D.C.) es el año que precede al nacimiento de la Revelación Bahá'í.

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